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miércoles, 29 de julio de 2009

MARTES DE LA FABRICA

NO HAY CASO QUE TE LO DIGA,
PERO AUN ASI,
ESTÚPIDAMENTE

TE EXTRAÑO

Entonces despertó, una vez más tratando de evadir la luz del sol que rompía sus sueños. Como desde hace varios días ya, abrió esos ojos grandes, otra vez volvía al mundo con aquel sinsabor que dejan las despedidas, de nuevo preguntándose hasta cuando iba a durar eso y pensando en la mejor cura para ese corazón roto, como siempre, en el resultado de tan necia operación, sólo le quedaba el maldito tiempo.

Miró fijamente el desorden que le rodeaba, rastro de días grises llenos de tristeza y desesperanza, de llevar en silencio aquella pena que negaba rendirse. Volteó al techo, tratando de resolver el dilema cotidiano de ir o no a trabajar, de balancear la falta de ganas con el deber de cumplir con lo determinado, como siempre, como es ella, ganó el deber, se despegó de aquella cama insípida y se dirigió a drenar líquidos. Una vez cumplida esta tarea, prendió el enorme boiler arrinconado en ese baño verde hospital. Volvió a la cama para entrar en el actual dilema del futuro y decidirse imaginariamente por el escape más conveniente a elegir, dormitó un poco más. Al escuchar el sonido que indicaba que el agua estaba caliente, se levantó y escogió la ropa de ese día, verde con gris fue la combinación ganadora.

Entró a bañarse pensando un poco en la mala jugada que habían sufrido los pandavas. Entre el shampoo y el agua tibia veía su rostro reflejado en el enmohecido espejo que le observaba enfrente, no había mentira, ni sonrisa fingida, ni brillo en los ojos, sólo el mismo estado de ánimo de esos días que buscaba desvanecer entre el vapor de agua. Como es costumbre, siguió la tendencia paranoica y se vistió en el baño, esto debido a la vez en que alegremente salió de bañarse y a través de la ventana notó a un hombre vecino observándola.

En fin, se vistió y peinó su cabello, tomó el cepillo de dientes y procedió a realizar la labor de limpieza, en ese momento se percató de que en el ritual del baño, olvidó la parte en donde uno se enjabona. Era tiempo de ir al trabajo, abrió la puerta y, antes de tomar su bicicleta decidió ir a ese rincón que aún rescataba un poco de vida, ya no sucedió más, Ufemia había muerto...

Ufemia murió y en ese instante ella se quedó sin aliento, respiró profundamente para así evitar el llanto de la pena tan profunda que este acontecimiento implicaba, tomó su bicicleta y se fué al trabajo haciendo escala para desayunar, desayunar para distraer un poco al alma, para engañarla y hacerle creer que no era tan mala la cosa, como cuando los doctores dan paletas a los niños.

Llegó a su trabajo, jornadas de 7 horas diarias se ha dispuesto para terminar con ello en la fecha determinada, el día de hoy le tocaba hacerla de custodia. Para llenar los huecos de silencio y nostalgia, se llevó el libro de la semana (los pandavas ya están cada vez más cerca de hacer justicia), y de vez en cuando trataba de conectarse con la gente diciendo - Buenos Días, Bienvenidos -, una manera muy impersonal de comprobar que seguía con vida y que su cuerpo seguía reaccionando como lo indica el protocolo. Le dieron una hora para ir a comer, nunca le había sucedido, se impuso la misión de buscar una torta. En el camino vió pasar a alguien familiar, dudó un momento antes de llamarle por su nombre por temor a equivocarse de persona, pero al final lo hizo y obtuvo buenos resultados pues ella le indico el camino iluminado hacia una buena torta.

De regreso al trabajo decidió sentarse en la plaza por los últimos minutos restantes, entre la gente y los globeros vió pasar a un niño pequeño, resplandecía con la mugre que adornaba su ropa, a sus escasos 3 años de vida, parecía el dueño de la plaza, caminaba serguro y sin miedo, sin duda gobernaba con su bolsa de chetos como cetro.

Volvió al trabajo y le estaba esperando ahí su amiga, platicaron de varias cosas, de chismes, del destino, de Dios, de sueños (que ella desearía que fueran reales), del sol que no regresa en su trayecto, del futuro, de acontecimientos recientes. Sirvió como distracción, como un placebo para dejar de pensar en cosas que ya no debería.

El trabajo terminó y llegó a casa, eran las 5 de la tarde y decidió tomar una siesta. Al despertar, prendió el computador en búsqueda de conversaciones lejanas que le hicieran sentirse acompañada, no había mucho por ahí. Decidió que era tiempo de conseguir más de eso que tomaba para el sueño y el dolor por lo que mandó los mensajes necesarios. Después empezó a llover torrencialmente, el agua empezó a filtrarse por la ventana, ella siempre supo que un cartón no iba a durar tanto tiempo. Se acercó a prender la luz para reparar la falla. Al presionar el interruptor nada sucedió, entonces pensó que le habían cortado la luz y maldijo a sus compañeras de casa porque no habían hecho acto de aparición para tal menester. Se dirigió al comedor para comprobar su teoría en el recibo de luz y se alivió un poco, el recibo vencería hasta el viernes. Después de aquel momento liberador, notó un gran charco en la puerta y maldijo a su vecino mamón y homosexual por haber causado tal situación, se dispuso a sacar el agua.

Después llegó otra amiga, tenían cita para continuar con el proyecto que hacía alrededor de un mes había iniciado, en el camino hablaron de cosas interesantes y revelaron como es que esa insistencia por hacer tanta cosa es un acto de comprobar que se está siguiendo el camino correcto, después de eso, finalmente alguien lo hizo, su amiga le preguntó como estaba. Ella habló de lo que sentía, metiendo un poco a la razón para no quebrarse como aquel viernes, no era el momento. Se dirigieron al lugar de la cita y entonces surgieron estas cuestiones de la pobreza y de como mantenerse con vida en un juego de Monopoly a la mexicana, con un sueldo real, no hay manera de sobrevivir 2 vueltas.

Volvió a casa, y se fue a dormir, al día siguiente volvió a despertar y con ello vino de nuevo el sinsabor, el desorden, el dilema, el drenaje de líquidos. Buscó una bolsa de plástico para no lavarse el cabello, por concentrarse en esta tarea olvidó elegir la ropa de ese día y la toalla para secarse así que no hubo pie para paranoias y al terminar de bañarse se dirigió a su cuarto, secó su cuerpo y se tiró a la cama, pensó que estaba bien no tener ganas y faltar al trabajo ese día, entonces, prendió el computador y terminó de escribir esta historia.

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